PADRE MARYKNOLL SIRVE A COMUNIDADES INDÍGENAS DE GUATEMALA RESPETANDO SU CULTURA MILENARIAa
El padre Bill Mullan llega en camioneta a la capilla de madera con piso de tierra en Limón, un pueblo maya en El Remate, en la región de Petén en Guatemala. El misionero Maryknoll, originario de Brooklyn, ha venido a celebrar la Misa dominical en el idioma q’eqchi’, como lo ha hecho innumerables veces. Llegan los aldeanos: mujeres con blusas bordadas y faldas tejidas a mano, bebés cargados en mantas, los hombres vestidos con sus mejores galas, ropa occidental, aunque en mal estado. Los niños juegan en las bancas de madera esperando que empiece la Misa. Un perro escuálido pasea por la capilla mientras un par de monaguillos ayudan a Mullan a ponerse su albornoz blanco y su colorida estola.
Un coro de tres, y una guitarra mal afinada, comienza a cantar himnos de alabanza, mientras que un anciano de la aldea hace girar un incensario alrededor de la sencilla mesa que es el altar, emanando un humo denso de la resina ardiente de un pino indígena. El padre Bill se apoya en el atril mientras estudia los pasajes de la Biblia Q’eqchi’ para comenzar su Misa y homilía. Tose ligeramente mientras se ve envuelto momentáneamente en la nube de incienso. Bill dice que su médico siempre le dice que deje de fumar. Pero él no fuma. “La gente me fuma”, bromea, explicando que su tos es resultado de años de respirar incienso en Misas de los pueblos maya.
En esta foto del 2001, el padre Mullan y la comunidad maya se arrodilla durante la Misa. (Sean Sprague/Guatemala)
El misionero Maryknoll ha vivido por más de tres décadas entre indígenas maya, desde que pisó Guatemala en 1962. Estuvo presente en los tiempos buenos y malos, presenciando el genocidio de la década de 1980 cuando el ejército masacró a miles de indígenas, sin mencionar a los religiosos católicos, a quienes la élite adinerada de una sociedad tan desigual temía que se convirtieran en guerrilleros revolucionarios; luego en los buenos tiempos de paz y reconciliación que siguieron. Su amor por los maya y su fuerte fe, una mezcla de catolicismo con creencias anteriores, es evidente. Como periodista fotográfico he tenido el privilegio a lo largo de los años de documentar su servicio al pueblo de Guatemala varias veces.
La primera vez fue en 2001, durante la semana previa a la Navidad, quizás mi tarea más memorable para las revistas de Maryknoll. Caminé con el padre Bill, en ese momento un joven estoico de 67 años en buena forma, durante cinco días de lluvia a través de la jungla de Petén en San Luis, con los tobillos hundidos en el lodo mientras una mula llevaba nuestras pertenencias. Celebró la Misa en q’eqchi’ un total de nueve veces en nueve aldeas, día y noche. Después de un festín de sopa de pollo, con garras y todo, dormíamos en las iglesias, haciendo nuestras “camas” juntando bancas y cubriéndonos con mosquiteras. Lo que me impresionó fue la solemnidad y la belleza de la Misa, una sutil mezcla del catolicismo con prácticas espirituales que anteceden la llegada de la Iglesia a la región en muchos siglos. La asombrosa civilización Maya que estuvo en apogeo hace más de 1.000 años, mantiene un legado lejano pero perdurable, muy respetado por el padre Bill.
Bill explica cómo se preparan los maya para las ceremonias de la iglesia: “Los ancianos salen a la jungla para recolectar savia de árboles especiales para el incienso y cera especial de abejas especiales para hacer velas especiales para el banquete, y luego tocan música sagrada con flautas, marimbas y tambores”. Él cuenta en broma cuando invitó a su obispo local, un italiano al que consideraba un hombre muy bueno pero que carecía de experiencia entre los maya, y de lo sorprendido que quedó al observar la Fiesta Q’eqchi’ de San José en uno de los pueblos, donde se da la sopa de pollo como ofrenda y se bebe de una calabaza de cacao para la comunión.
El misionero Mullan da la hostia a una feligresa de la comunidad maya en la Eucaristía . (Sean Sprague/Guatemala)
El padre Mullan celebra la Misa con la comunidad maya en Guatemala. (Sean Sprague/Guatemala)
“Después de la Misa, el obispo me dijo: ‘¿Notaste a la señora que puso un plato de sopa de pollo frente al tabernáculo? ¡Eso fue terrible!’ Entonces, respondí: ‘Obispo, si pusieran una flor allí, ¿qué significaría esa flor para nosotros? ¿O ese plato de sopa de pollo para las personas que están alimentando a sus hijos y dando gracias a Dios? Es su manera de dar gracias y respetar la santidad de todo’. El obispo me dijo después de la Misa: ‘Sabes, Bill, has estado trabajando con los indígenas durante muchos años, deberías enseñarles, no tienen que hacer eso, ¡ahora son católicos! Pero para mí, es su expresión de fe. Cuando agradecen a Dios, el Creador, ellos oran con todo su corazón y ofrecen este alimento que es tan precioso para sus propias vidas y para sus hijos. Entonces, llámalo sincretismo si quieres, pero es la forma en que se expresan y no hay nada de malo en eso, de hecho, ¡es hermoso!”
Cuando el padre Bill llegó a Guatemala, ni siquiera hablaba bien el español, menos las increíblemente difíciles lenguas maya, de las que hay muchas, pero con el tiempo se convirtió en un experto lingüista capaz de decir Misa y conversar y hacer chistes en varios dialectos. Él describe su primera experiencia:
El padre Mullan conversa con niños q’eqchi’ después de la Misa dominical en la aldea el Limón. (Sean Sprague/Guatemala)
“Recuerdo subir por un camino de tierra empinado a través de las montañas. El obispo conducía mientras fumaba un cigarro. La hermana Rose estaba con nosotros. Llegamos al final del camino y había un caballo y una mula esperando. ‘El caballo es para mí’, dice Rose, y me anima a montar la mula. Cabalgamos durante cuatro horas y la gente hablaba en el idioma local. Así empecé a estudiar jacalteco, hasta que pude decir la Misa. Luego estudié el idioma chuj, viviendo siete años en San Mateo Ixtatan. Casi todas las personas eran practicantes de la religión maya. Al principio no querían un sacerdote, pero al final me hice amigo de algunos de ellos, incluyendo un sacerdote maya y aprendí su idioma, compartiendo algunas historias hermosas con ellos”. Después aprendió el q’eqchi’, el dialecto que se habla en Limón y en los pueblos de nuestra caminata por Petén hace 17 años.
Bill describe cómo algunas de las aldeas mayas eran más católicas que otras, y el significado del bautismo y el matrimonio: “En los años 60 y principios de los 70, en Huecotenango, eran muy católicos, en el sentido de hacer los sacramentos, casarse en la iglesia, etc., aunque hubo algunos que practicaron abiertamente la religión maya. Pero en San Mateo Ixtatan al principio era aproximadamente un 90% de religión maya y tal vez un 10% católico. Ahora ha cambiado mucho, y también hay evangélicos. Con los católicos no fue el bautismo lo que hizo que las personas fueran católicas, porque todos querían el bautismo. Sentían que el bautismo realmente ayudaba a un niño a obtener un espíritu humano en lugar de un espíritu animal, así que siempre bauticé a niños. En esa comunidad expresaron ser católicos al estar casados en la iglesia y no necesariamente por el bautismo. Después de haber estado en San Mateo unos años, un buen número de parejas empezaron a casarse en la iglesia, lo cual fue muy satisfactorio para mí”.
“Cuando agradecen a Dios, el Creador, ellos oran con todo su corazón”.
Muy en el espíritu de Bartolomé de las Casas, el misionero español del siglo XVI, famoso por defender los derechos de los indígenas en las Américas y denunciar la destrucción de su cultura y creencias tradicionales, el padre Bill Mullan se hizo popular en Guatemala entre los maya a los que sirvió durante medio siglo. Él ha vivido y se ha movido a través de muchas comunidades y aprendido sus idiomas y costumbres. Se convirtió en Superior Regional de 1980 a 1986, y supervisó a misioneros Maryknoll en toda América Central. También regresó varias veces a Estados Unidos para un trabajo de promoción y para ser elegido Superior Regional de Maryknoll para Estados Unidos. Ahora, a mediados de sus años 80, es reconfortante verlo aún diciendo Misa y ofreciendo homilías en lengua vernácula, en iglesias en aldeas mayas remotas, y luego bromeando con los lugareños y los niños en su propio idioma.
Foto principal: El Padre Bill Mullan celebra la Primera Comunión de niños en la aldea de Cahabael, Petén, Guatemala, en el 2001. (Sean Sprague/Guatemala)